Caminar Montañas Baños
Corona de Montañas
Salgo a recorrer espacios, mis primeros espacios, y me veo rodeado de montañas.
Saludo al sol que ilumina el ambiente y a los montes que se despojan de sábanas flotantes, dejando ver el exótico verdor de su silueta.
Caminar Montañas
Bellavista primero, mirador de abismos, ardiendo en colores, barriendo con destellos las estrellas del cielo, rocas de cuyo pecho brota el agua más perfecta que se desliza eterna con frescura serena, y a cuyas plantas cantan burbujas danzarinas que dan vida a la vida.
Runtún, ensortijadas trenzas de grietas infinitas que penden poderosas en bloques estrujados, escondiendo carbunclos en las noches oscuras; faroles trashumantes de luces tenebrosas que pasan presurosos, llevados por las manos de duendes juguetones que se mecen alegres en higuerones viejos. Territorio de bosques, vergel exuberante donde esta el eucalipto de robusta fragancia; el motilón, de frutas de frugal dulzura, pintadoras de labios; el nogal de recia alma; el compadre alubillo esperando el saludo del andante; el aguacate, las moras, las gomas y las chilcas, la hierba que renace en rocíos lozanos; los pájaros amigos de los vientos, mariposas y catzos tornasolados en frenesí constante; hortensias y retamas, florecillas traviesas bailando en famélicos tallos.
Las veredas silvestres, balcones de paisajes rnatlzadas de hierba, de orquídeas y cabuyos, de murmullos susurrantes del agua que baja desde Chigla, nos llevan a la cima a reposar en la alfombra verde de los prados, mirando la placidez de la laguna, las totoras en altivez loable, los patillos, resistiéndose al frio en un manto de espejos que reflejan el cielo y a las codornices, escondiendo sus nidos en madejas de paja.
Más allá está Ventanas, coronando la cuchilla, columna vertebral de la ladera, aposento del viento, de dantas y Venados, muralla acorazada guardando los embates del coloso. Nuestra piel se estremece orillando la escultura de sus riscos, mirando los abismos que cuelgan quebradizos y el tropel verdoso de sus árboles.
Pondoa está en las faldas del volcán legendario y su tierra fecunda los frutos de los campos, entre el ensamble patético de nieve y lava. Hasta ahi llegan los intrépidos andantes buscando guias para llegar a la comarca soñada y mirar sin reservas el despoblado espacio. sintiendo en su sangre indescifrables éxtasis.
AI frente llluchi, monte de fantasía, con su escuela flotando entre nubes viajeras, donde acude el tiempo a recorrer los campos de bosques y maizales y a quedarse dormido en la mitad del día. El Pastaza besa en su paso fornido las desnudas playas y el Guambo le cuenta leyendas milenarlas que trae de su cuna transmitida en misterios desde los Llanganates. San Francisco, puente que emerge franqueando los abismos, agitándose altivo al sentir la pisada de los caminantes, ostenta lo enigmático del paso de la historia.
¿Acaso han caminado del Guambo hasta el puente de Sauce? sentirán que son suyas las bellezas del mundo. Recorriendo esta senda y mirando a la altura, verán el señorío de los montes llegando con sus cumbres hasta el azul del cielo y al volver el rostro, la magnificencia del río, de cascadas, de electrizantes riscos y de la grácil meseta donde se asienta el pueblo, tendida augustamente rompiendo los esquemas de establecidas leyes. AI Oriente, cortando la cordillera, la garganta sonora del Pastaza devorando distancias en espumantes remolinos
¡El Añango está claro, no habrá lluvia, se ha vuelto más azul a la distancia!
Autor: Rodrigo Herrera Cañar
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