Antiguo Hospital de Emergencia en Baños
El Hospital de Emergencia Baños
En las calles Santa Clara, hoy Rafael Vieira, y Luis A. Martinez donde hoy está Fuvirese, funcionó el "Hospital de Emergencia" de Baños. Si damos una mirada a ese local, veremos que era un hospital pequeño. Laboraba sin los elementos apropiados para los diferentes tratamientos de Ia salud. Servia solamente con la capacidad y conocimiento de los médicos, de las enfermeras y con la bondad de las religiosas dominicanas que lo adminlstraban. El área con mejor atención era Ia de partos, pero solamente se realizaban los partos normales, porque aquellos que tenian problemas que podían necesitar una intervención quirúrgica, debian ser trasladados a Ambato. En el hospital no habia laboratorios para exámenes, ni sala de rayos X y peor una ambulancia. Cuando se requería trasladar a un paciente grave a Ambato, se tenia que ir al telégrafo para, por medio del teléfono de manivela o de un telegrama solicitar a la Cruz Roja o al Hospital Regional de esa ciudad que envien de urgencia este medio de transporte.
En verdad, solamente era un Hospital de emergencia, para primeros auxilios, para tratamiento de enfermedades de niños y obstetricia. Sin embargo, los médicos y enfermeras demostraban toda su capacidad para solucionar los problemas de salud de sus pacientes y había casos en los cuales Ia gente se quedaba maraviliada por la forma en que se trataba las enfermedades y accidentes, con métodos basados únicamente en la voluntad y el conocimiento de estos profesionales. Tenia capacidad para muy pocas camas en sala general, ubicada en ei piso superior. En la parte inferior estaban la residencia de las monjitas y personal de servicio y la sala de emergencias y tratamiento diario. Los pacientes esperábamos nuestro turno en el corredor.
No he tenido el placer de entrar al viejo hospital desde que dejó de funcionar como tal, pero desde el exterior se lo ve igual, con los mismos espacios y aún con los jardines, solamente que estos estaban antes mejor cuidados.
cuando había un hecho especial, como por ejemplo un accidente de tránsito, todos corríamos al hospital, no queriamos quedarnos con la curiosidad de lo que había pasado, aunque saliéramos consternados por lo sucedido. En estos casos todo el pueblo se lamentaba y éramos solidarios con familiares y amigos.
El hospital de Baños parecería que tuvo mucha suerte en cuanto a los directores y personal que trabajó ahí, porque todos fueron y son personas maravillosas. Me recuerdo del doctor Capeio, con una manifestación de alegria en su rostro atendiendo a todos quienes necesitaban sus servicios; el doctor Larco, un médico Joven lleno de nuevos conocimientos y de gran amor a su profesión, trabajó pocos años, pero dejó muchos recuerdos y muchas personas agradecidas; el doctor Beneras, otro galeno de grandes cualidades y de quien tuvimos el placer de escribir una pequeña nota sobre su vida y el doctor Gaybor. dotado de un afán grande de servicio a la comunidad, jovial y atento, saludando siempre con una sonrisa y de gran talento para la medicina que deben ser innumerables los niños a los cuales recibio en sus brazos y a quienes les dio la primera paimadita de la vida. La señorita Otilla, eficiente enfermera y muy atenta con sus pacientes; la señora René Vásquez de Cisneros entregada con total esmero a su profesión y atendiendo a ia sociedad en todo momento que su presencia se requería. Cuantos baneños, aunque no lo expresen, sabrán agradecer la atención recibida por parte de todas estas personas nacidas para servir a los demás.
Las madres dominicanas, con su voto de servicio en nombre de Cristo Jesús trataban de mantener el hospital de la mejor manera y de acuerdo a sus posibilidades, siempre apto para dar salud a los enfermos. la madre Rosita que estuvo por muchos años al frente de esta casa de saiud, la señorita Maria en la botica, también atenta para entregar la medicina recetada por los medicos, y aun la señora Juana Emilia, llevando diariamente las sábanas a lavar, dieron una parte de su vida para el bienestar de la población baneña.
Autor: Rodrigo Herrera Cañar
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