Don Abraham Paucar, maestro del saber del CRIN
Desde que tengo uso de razón, mi vida giró alrededor de la crin, mis abuelos y mis padres, trabajaron en la producción de cedazos, alegres son mis recuerdos de los viajes que con mi padre realizábamos mes a mes para vender nuestro producto. Perú, Colombia, Venezuela eran los destinos de nuestras travesías. Tristes son mis recuerdos del día que debimos cambiar de oficios, yo aprendí a pintar autos, mi esposa “Rosita” se dedicó a la sastrería.
Un momento feliz de mi vida, fue esa tarde en que Rosita me mostró una sorpresa. Tenía cerradas sus manos cuando frente a mí, las abrió para mostrarme a un pequeño guerrero, para mi sorpresa hecho con crin. “ya estas perdiendo el tiempo le dije”, “¿Quién te va a comprar esas tonterías? le pregunté”
Hoy al recordar a mi Rosita puedo con alegría recordar mi falta de visión, digo alegría pues lo que más recuerdo fue el espíritu emprendedor de mi esposa, “ya veremos quien compre, si compraban cedazos como no van a comprar estas hermosuras”.
El tiempo le dio la razón y hoy mis hijas pasaron del guerrero a colibríes, aves, animales, no hay límites para su imaginación, ellas, emprendedoras como su madre ahora elaboran bisutería, pulseras, correas, separadores de libros que comercializan en Guangopolo.
Les digo emprendedoras porque tienen la visión más amplia, tienen cosas que yo no pude ver, por ejemplo ahora ellas dan talleres, para que los turistas aprendan a trabajar el crin, ¿se imagina eso? Cuando yo me hubiera imaginado que enseñar la técnica también podía ser un buen negocio.
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