¡Habla, Guayaquil!
Que se juega como se vive, decía el Pacho Maturana. Claro: se trabaja, se negocia, se ama, se lucha, se gana y se pierde... como se vive. ¿Por qué, en el imaginario ecuatoriano, prevalece esa imagen del guayaco pilas, entrador, lanzado? ¿Y como esto se expresa en la dinámica comercial, económica y productiva de la ciudad?
Julio José Prado, presidente de la Asociación de Bancos del Ecuador, mira al pasado. 'Hay un gran ecosistema de emprendimientos medianos y pequeños relacionados a históricas cadenas agroindustriales: banano, café, cacao, pesca. Siguen clústers de plásticos de comercialización nacional; servicios con un gran desarrollo inmobiliario y cadenas hoteleras internacionales, que explotan turismo de negocios".
Alberto Acosta Burneo cree que Guayaquil "históricamente estuvo más en contacto con el mundo y buscó el comercio de bienes valorados en el: cacao, banano, café, entre otros, salen al mundo desde este puerto". Para el experto, la economía expresa la personalidad del guayaquileño. "Busca salir adelante solo, desde lo individual, lo privado. Este carácter tiene éxito y termina beneficiando a la comunidad: la salud, la atención al adulto mayor y el rol de la Junta de Beneficencia".
Mario Canessa Oneto, empresario y comunicador, destaca la paulatina forja de ese carácter. "Guayaquil soportó incendios, piratas, malos políticos y divisiones: en 1927, la creación del Banco Central establece una nueva estructura económica y financiera, y elimina la capacidad de emisión de los bancos locales, trasladando el poder económico y político a la capital", reflexiona.
Juan Carlos Díaz Granados, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Guayaquil, lo ratifica. "Es la capital comercial y el principal puerto del país. Más del 75% del comercio internacional entra por Guayaquil. Esto ha permitido el desarrollo de un sinnúmero de actividades productivas, desde servicios profesionales y técnicos hasta pequeños emprendimientos urbano-familiares".
¿Cómo se expresa este talante en la forma de "hacer billete? de los guayaquileños? Prado lo caracteriza: "Va rápido, quiere resultados inmediatos. Esto es una seña cultural, pero deriva a una informalidad que afecta ese ímpetu. Guayaquil tiene el más alto indicador de emprendimientos tempranos, pero también el de proyectos fallidos. No se analiza la productividad, una estrategia de negocio".
Díaz Granados complementa esta reflexión: “Ser emprendedor es una característica del guayaquileño, siempre descubriendo oportunidades dentro de la adversidad". Y enfatiza: "En los últimos altos, a pesar de la difícil situación económica, la tasa de guayaquileños que emprendió un negocio propio se estima en el 29,6% de la población.
Canessa se refiere al "empedernido emprendedor" y destaca el valor de las migraciones y su efecto en la sociedad guayaquileña. "Italiana, española, libanesa, que enriquecieron el arte, la arquitectura y, en especial, el comercio. Crece la ciudad junto a exportaciones tradicionales y otras requeridas por países involucrados en la Segunda Guerra Mundial. Luego vinieron el banano y el camarón". Esta dinámica pasa por un hecho cultural. "Denemos considerar la forma en que nos relacionamos con las instituciones. El guayaquileño, por el modelo do gestión, enfatiza lo privado, y el Municipio o el Estado se desplaza. Un quiteño es más formal, vive en la capital política e interactúa con el sector público: consultorías, asesorías, etc.", añade Prado.
"El número de emprendimientos por oportunidad en la ciudad (57%) supera a aquellos por necesidad. Esto habla del progreso económico, social y cultural que ha tenido Guayaquil en los últimos altos. En la actualidad, 1 de cada 3 d6lares del comercio nacional proviene de Guayaquil; tenemos la tasa de desempleo más baja, 3,1%. Todo esto reafirma lo que es Guayaquil, la Perla del Pacífico", finaliza el Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de la ciudad.
Prado subraya que el mismo Municipio, una vez creada la infraestructura, debería organizar este afán emprendedor. "Medellín, Santiago, Sao Paulo lo hicieron y tienen éxito".
Al momento, el 21% de turistas que llegan al país visitan Guayaquil. Y ella sigue vibrando, intentando, peleando. Ahora, de cara a su río Guayas, con su malecón, con sus aniñados aires de Miami y también el Parque Centenario; sus picanterías de mesita de formica y los puestitos de sándwiches de chancho. Es que es eso: la ciudad guapa no desdeñó a la de siempre, la del ronco y viejo Héctor Napolitano, la de los cerros, el clásico del astillero, un Cabo Rojeño; esa húmeda y mojada Guayaquil que canto JJ y celebre el poeta Artieda.
Esa misma ciudad del rio, acelerada, gritona y cimbreante; la que recorrió Jacinto León Zuñiga, el Rey de la Galleta: vendo mi testamento, a base de puro cuento, para hacer mi casa de cemento. Ahí el inolvidable repentista que, picoteando por ahí, mientras vendía sus alfajores, perfumaba de alegría los mil y un rostros de la arrebatada y colorida ciudad del puerto. ¡Habla, Guayaquil!
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