Gilberto Brito: el ejemplo de trabajar por la ciudad donde uno nace

Es un empresario riobambeño que siempre apostó, como su padre, a trabajar en la ciudad donde crecieron.

Mucha gente lo conoce como “Becho”, por el diminutivo de su primer nombre Gilberto, nació en Santa Rosa, en la calle Larrea, entre Colombia y Villarroel, Don Gilberto Brito Clavijo, es un empresario riobambeño que siempre apostó, como su padre, a trabajar en la ciudad donde crecieron.
Su tío y padrino, Gilberto Brito, al igual que su padre, influyeron mucho en él, en su comportamiento y educación. Recuerda a varios vecinos como la familia Sarninzky, actuales administradores de Mi Comisariato y otras empresas grandes del país.
Viene a su memoria lugares emblemáticos de la ciudad como el barrio de La Joya, conocido como el “barrio plateado” y dónde había casas muy hermosas, con detalles arquitectónicos únicos y vistosos.
Las buenas amistades eran varias, vivía también cerca de su casa el torero Raúl Dávalos, así como la familia Cisneros, que tenían las duchas de agua caliente, negocio que en ese entonces permitía alquilar este servicio como una novedad y un beneficio para quien pagada unos cuantos sucres por un refrescante baño. Pero en esa familia también destacaba el tema artístico, los hermanos Cisneros eran músicos y de los buenos, parte de la reconocida orquesta Los Ángeles del Infierno.
Estudio la primaria en la escuela Salesianos, recuerda que en ese entonces el mercado de La Merced, tenía apenas una construcción similar a un hexágono donde se vendía el hornado y también una deliciosa fritada, por lo que las “escapadas” para servirse estas delicias fueron varias veces con sus compañeros de aula. Amigos de toda la vida incluyen a Ernesto Zambrano, Fabián Dávalos, Jaime Galarza, cuyo padre tenía un próspero negocio, la Camisería Galarza, que luego se trasladó para Ambato.
Gilberto, a propósito de lo referido, no olvida el terremoto que sucedió en 1949 en esa ciudad vecina, pues, luego del susto, fue con su compañero, Franklin León, “a ver si el colegio se cayó”, exponiéndose a posibles réplicas y sin pensar en consecuencias. “Recuerdo que un señor Alcocer, nos llamó la atención por haber salido en esas circunstancias y nos fue a dejar en las casas”, dice.
Estudió la secundaria en el colegio San Felipe y recuerda a docentes como los Hermanos Osvaldo y Leonardo Fierro, el padre Adolfo Espinoza era prefecto y también dirigían el colegio los sacerdotes de apellido La Torre y Acosta.
Varias aventuras vivieron junto con sus compañeros de colegio en el teatro Roxi, que era de la familia Naranjo, oriundos de Pallatanga y estaba ubicado en la calle Primera Constituyente y García Moreno, donde hoy funciona el Banco de Guayaquil, lo visitaban continuamente y recuerda que las funciones en el teatro costaban 40 centavos de sucre y empezaba a las cuatro y media de la tarde.
Su padre, que fue oriundo de la parroquia Cajabamba, en el cantón Colta, cerca de Riobamba, tenía mucha visión comercial, siendo huérfanos a corta edad pudo, junto a sus dos hermanos, salir adelante en el sector comercial de ventas de telas y otros productos, fue un gran importador de mercadería que llegaban de Italia, Japón, Estados Unidos y otros países, así nació Casa Comercial Brito Clavijo.
“En Riobamba había mucho comercio generado desde familias libaneses y judías, como los Bumachar, Chejav, Dahik entre otros”, dice Brito, recuerda que la familia De Prati empezó su negocio familiar en Riobamba, el cual finalmente se estableció en Guayaquil y posteriormente en Quito, con grandes tiendas comerciales.
Almacenes como Briz Sánchez tuvieron sus inicios en la ciudad y familias como los Fellman y los Garzozi, también estuvieron por Riobamba en su etapa de desarrollo comercial. “El tren permitió que venga a radicarse muchos extranjeros y claro marcó una época de mucho esplendor comercial en la ciudad” indica.
De ellos rememora por ejemplo al Dr. Spikler, un alemán que vivió en Riobamba, que tenía una cafetería en la calle 10 de Agosto y Larrea, famoso por el aroma que se percibía del café que preparaba y las salchichas que se ofrecía. Otros negocios de la época eran los Almacenes La Torre, junto al teatro León, y el negocio del señor Paltán junto a la panadería Vieneza.
Al famoso teatro Roxi llegaba gente de Quito y Guayaquil, pues se presentaban actores extranjeros, argentinos y mexicanos, según indica Brito, que también destaca la presencia determinante en una época de esplendor cultural al Teatro León, donde, entre otras cosas, empezaban los famosos bailes de disfraces desde el 28 de diciembre al 6 de enero.
“La gente pagaba para ver lo que bailaban personajes como Gilberto Merino, al “candelita” Costales, el “pirulo” Viteri o el “pilche” Arostegui, quienes en la pista eran todo un espectáculo la gente iba por verlos bailar los ritmos de moda” asegura.
El hotel Ritz, uno de los más modernos de entonces, ubicado frente al Parque Maldonado, sacaba unas amplias y vistosas mesas para ofrecer café y refrescos a los transeúntes, que habían bajado a ver la correspondencia en la oficina de los correos. “Los mayores se iba a peinar, cortarse el cabello y hacer la barba, las mujeres salían a realizar alguna compra, mostrando además las tendencias de moda en ropa”, refiere Gilberto Brito.
Los jóvenes, por su parte, caminaban hasta la calle 10 de agosto y Magdalena Dávalos, su punto de encuentro y pausa era en el local de los helados Molina, que eran muy apetecidos y deliciosos según recuerda, muchos turistas que llegaban a la ciudad también tenían la referencia de probar
estos deliciosos productos. “Cuando hacia uno la Primera Comunión era parte del regalo poder tomar esos helados acompañados de la familia”, indica.
Detrás de su relación directa con el negocio de la familia, existe un antecedente médico, siendo aún joven su padre, a los 58 años, sufre una fuerte trombosis cerebral, por lo que su hermano mayor Miguel Ángel, que estudiaba Economía en Guayaquil y Gilberto que para entonces había empezado sus estudios en Estados Unidos, tuvieron que regresar a la ciudad.
Gilberto se hizo cargo del tema de salud de su padre, tanto como del cuidado de sus hermanos menores Pedro ahora un prestigioso arquitecto y Paquita que es una profesional en sicología. Luego de la muerte de su padre, fueron ambos hermanos para hablar con los administradores de la fábrica La Europea, un emporio comercial presente en ese entonces en Estados Unidos, Italia y Suiza, su gerente no tuvo problemas en otorgarles la misma confianza en crédito que tenía con su progenitor, el primer reto abrir una cuenta en el Citibank.
Gran parte de los negocios se los hacía personalmente en pleno centro de New York, donde para ese entonces estaban almacenes de los grandes distribuidores de textiles. “También íbamos directo a las fábricas para revisar el muestrario y traer mercadería”, indica Gilberto. Los pedidos y adquisiciones llegaban en barco a Manta o Guayaquil, el almacén y su prestigio crecieron con el tiempo, tenían clientes de Colombia y Perú, se trabajaba de domingo a domingo.
Su trabajo incluía estar pendiente de modas y tendencias, las corbatas se traía de Guayaquil, visitaban también una feria de Piura en el Perú para traer material que necesitaban los productores de chompas del cantón Guano.
Se dieron tiempo para apoyar al fútbol amateur, fueron dirigentes del club La Salle, del barrio la Panadería y también en su momento estuvieron con el ídolo de la ciudad, Centro Deportivo Olmedo, con amigos como Ángel Pérez y Fausto Costales y otros empresarios locales, apoyaron para que el cuadro riobambeño salga del amateurismo, indica un banderín del equipo que lo conserva con aprecio y le fuera entregado en 1983.
Otro espacio de trabajo fue el generado desde el barrio de la Concepción, donde se apoyaba para ir consolidando las obras que se necesitaban en el sector, es así que el ex alcalde Arnaldo Merino, ayudó para en cementar la plaza roja de la Concepción, punto de encuentro barrial.
Recuerda que Don Carlos Arturo León, presidente del Centro Agrícola Cantonal, empezó con la iniciativa de brindar el denominado Desfile de la Alegría y también las famosas verbenas en las fiestas de abril, “El barrio de la Concepción se sumó siempre a esta iniciativa, se brindaba sánduches y hornado a los turistas y brindábamos canelas en la verbena”, dice Brito.
Heredó de su padre el servicio social, destaca el apoyo permanente para fortalecer el trabajo de las Madres Conceptas y su monasterio, ubicado muy cerca de su vivienda. Gilberto Brito motivó para que las se pueda establecer un Museo de Arte, que permita mostrar las joyas religiosas que se tenía y sobre todo la gran custodia de la ciudad, que fuera robada el 13 de octubre de 2007.
Hablaron con Monseñor Leonidas Proaño, Obispo de Riobamba, que apoyó la iniciativa, viajó junto a la Madre Bernardita, superiora de la comunidad, para hablar y tener el respaldo del entonces presidente Jaime Roldós Aguilera, que apoyó desde el inicio la propuesta, personalmente se comunicó con Mauricio Guevara, que presidia el Museo del Banco Central, para que se asignen fondos y la asesoría técnica adecuada.
Su trabajo en la Cámara de Comercio permitió que se adecue el edificio donde funciona la entidad y se logre una Convención Nacional, que generó un contexto interesante de representatividad a la ciudad.
Apoyó también la construcción del Hospital Andino, un centro de medicina alternativa que lo impulsó el recordado Padre Wolfgang Schaft, conocido como Padre Lobito, sacerdote alemán párroco de Yaruquíes, la obra continúa hasta hoy siendo una alternativa social y de servicio a los más necesitados.
Hoy se muestran como un luchador luego de haber sido sometido a un trasplante de riñón, continúa en su ciudad trabajando junto con su esposa, pensando siempre en cómo puede consolidarse una ciudad diferente, hospitalaria que nuevamente sea noticia y haga historia, Gilberto Brito es un comerciante que apuesta todo por Riobamba, la ciudad que ha visto pasar desde un lugar privilegiado la calle Primera Constituyente y Colón, viviendo en una casa que además es un referente de la belleza arquitectónica local.


Las anécdotas:

  • En una de sus tantas visitas a New York, encontró un restaurante que se llamaba Los Ángeles del Infierno, como la recordada orquesta riobambeña que amenizaba las fiestas de la ciudad el siglo anterior.
  • A un compañero de colegio, cuya familia era dueña del Teatro Roxi, le daban dos sucres y entraba todo el curso para disfrutar de las películas, en una de las tantas aventuras de la escuela.
  • La clave del negocio asegura que está en tratar bien a los clientes y vender buenos productos. “La clientela fija permite superar las crisis”, señala y recuerda con nostalgia al riobambeño elegante que usaba chaleco, la leontina y un elegante bastón
  • Sus hijos están radicados en Estados Unidos: Clemencia como empresaria, Gilberto trabaja en el Banco Mundial, Mari Vero trabaja en una transnacional de telecomunicaciones y María Isabel que tiene su propia empresa. Tiene ocho nietos, la mayor está en la universidad.
  • Recuerda los interminables juegos del boliche que incluía un orificio en el suelo, además del juego de barajas, donde el tradicional cuarenta entretenía a los mayores, mientras los hijos jugaban en patios amplios.
  • Las fábricas el Cóndor y la Universal eran parte de la tradición riobambeña además de generar fuentes de trabajo y desarrollo comercial en la urbe.

Fuente: La Riobambeñidad




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