El robo de las cajas de libras de esterlinas
¿Qué debes saber?
Como es de conocimiento público Mr. Archer Harman, contratista del ferrocarril, Durán - Quito, había firmado con el gobierno del presidente Eloy Alfaro, el compromiso de construir el ferrocarril trasandino. Mr. Harman, tenía como secretario y consejero particular al ing. Eduardo Morley.
Luego de muchos contratiempos habían logrado llegar hasta el sector que hoy se conoce como Huigra Viejo, que dista no más dos kilómetros más abajo de la población actual, sitio que debieron abandonar sus moradores por el peligro constante que representaba la gran cantidad de culebras llugti, cuya mortal mordedura les obligó a buscar un lugar más seguro.
Los recursos económicos para continuar con su construcción, habían escaseado, obligando a Mr. Harman a recorrer los Estados Unidos e incluso Europa, en procura por colocar los bonos ferrocarrileros y así evitar una eventual paralización de la obra. El Jefe de Estado, estaba tan preocupado por esta noticia y no quería que por nada del mundo se paralicen los trabajos. Hizo un préstamo urgente de los fondos nacionales hasta cuando Harman regrese al país con resultados positivos de su gestión. Era tal la preocupación del General Eloy Alfaro, que estuvo dispuesto a ir personalmente a dirigir los trabajos, dejando encargado el poder al Vicepresidente de la República; pero sus asesores le aconsejaron que no tome esa medida por la terrible oposición que había de parte de los conservadores, para la construcción del ferrocarril.
Mientras esto sucedía, Mr. Morley, se había dedicado a adquirir una gran cantidad de propiedades rurales. Había recibido informaciones concretas sobre la existencia de una gran cantidad de tierras muy ricas en minerales y con grandes perspectivas para su futura explotación.
Pero el tiempo que por nada se detiene, marcaba el Diez de Agosto de mil novecientos uno, fecha en la cual entregaba el poder de la República al General Leonidas Plaza Gutiérrez. Este cambio sin duda dio lugar para que los empresarios lleven el ferrocarril siguiendo la cuenca del Chanchán, evadiendo el plano original de salir de Huigra por medio de un zig-zag, hasta empalmar en la población de Sibambe.
Parece que el Ing. Eduardo Morley, como dice el refrán, “Llevaba el agua a su molino”.
Esto porque allí tuvieron sus propiedades que seguramente las adquirió previniendo un gran futuro. De tal manera que con las decisiones del poder en su mano, era muy oportuno llevar el ferrocarril por entre sus propiedades. Decimos teniendo las riendas del poder en la mano, porque Morley, eran entonces el que administraba la construcción, en ausencia de Harman, quien se encontraba en el exterior, tratando de solucionar el financiamiento del ferrocarril.
Todos sabemos que el gobierno aceptó el cambio de ruta del ferrocarril por insinuación de Morley, quien con el Ing. Bennett, otro de los constructores, habían alterado los planos llevando la construcción por la cuenca del Chanchán, río que resultó ser el enemigo número uno del ferrocarril.
Para cambiar la tan comentada ruta, los ingenieros no tuvieron otro argumento que el de haber encontrado terrenos deleznables; que no podían soportar el peso de una locomotora y para evidencia, el invierno de mil novecientos, arrasó con gran parte de los trabajos realizados, no hallaron mejor argumento que éste para conseguir sus fines.
Se había ya instalado el servicio de trenes entre Durán y Huigra, desde donde continuaba el tráfico de acémilas llevando pasajeros y carga para las ciudades del interior, siguiendo los caminos de San Roque y Tilange, hasta empalmar con la carretera nacional de Sibambe, donde llegaban ya las diligencias y seguir rumbo a Riobamba y Quito.
Continuaron la construcción tomando el curso del bravo Chanchán, hasta cuando se encontraron con la gigantesca mole de la Punta Santa Elena, nombre que originalmente tenía el promontorio de roca que se levantaba entre la confluencia de los ríos Guace en los páramos de Atapo.
Al llegar a este sector se impresionaron por su contextura y majestuosidad. El ing. John Shaw, había sido designado para encargarse exclusivamente en construir este tramo. Desde el túnel chico hacía el Norte, aproximadamente un tramo de diez Km. Venía presidido de una gran experiencia por trabajos recientes que había realizado en Alaska. Cuando estuvo en el lugar se quedó maravillado ante tan imponente cerro y luego de mirar detenidamente dijo: “Se parece a una nariz, por lo inmenso, debe ser la del diablo”. Desde ese instante todos se acostumbraron a llamar a ese sector como la Nariz del Diablo.
La compañía tenía dificultades para atender los gastos más urgentes a tal punto que los mismos trabajadores no habían sido satisfechos en el pago de sus jornales, provocando como es lógico suponer, malestar, inconformidad y hasta conatos de sublevación. Es necesario aclarar que Mr. Harman había regresado de Europa, más concretamente de Inglaterra, con préstamos en libras esterlinas para proseguir en la construcción de esta anhelada obra.
Lógico es suponer que primero había que satisfacer a los trabajadores, para lo cual se transportaron seis mulares cargados con cajas llenas de libras esterlinas, en moneda metálica. Los trabajadores llenos de júbilo y alegría recibieron satisfechos esta grata noticia. El cargamento fue ubicado en un sitio previamente escogido, en uno de los canchones y cubierto de lonas. Se había convenido que los pagos debían hacerse a fin de semana para poder completar la quincena de los jornales.
Es necesario recordar que un buen número de obreros, habían sido sacado de prisiones tanto de Europa como de las distintas colonias que estaban ubicadas en Centro América y el Caribe, es decir, eran individuos con pésimos antecedentes y dispuestos a la primera oportunidad a cometer cualquier fechoría.
!Qué mejor momento! Haber visto que a pocos metros de ellos se encontraban las cajas de esterlinas y sin ninguna vigilancia.
Planearon cuidadosamente el robo de tal manera que no se percataron de su desaparición. Así fue como al finalizar la semana de trabajo y cuando se disponían a entregar los jornales, se dieron cuenta del robo.
Al respecto de este episodio, don Homero Barragán, nos cuenta que “lo del robo fue efectivo”. “Mi finado cuñado Pío Corral, quien me contó lo sucedido, era hijo del dueño de la hacienda Usunag Viejo. El dueño de esta hacienda, don Francisco Corral, se sorprendió al ver llegar a su propiedad dos personas de raza negra, totalmente flageladas y más muertos que vivos. Don Francisco, sabía que por el Norte de sus propiedades se construía la obra del ferrocarril, e intuyó que debía tratarse supuestamente de algunos de estos trabajadores; pero lo que no sabía era el motivo para encontrarse en tan deplorables condiciones. Terriblemente impresionado con el cuadro que miraba, ordenó a su servidumbre que los atendieran y curaran sus heridas en forma inmediata”.
Efectivamente, una vez recobrados sus fuerzas, relataron que habían sido acusados de robar tres cajas de libras esterlinas y que procedieron a torturarlos, con la finalidad que confiesen dónde las habían escondido. Manifestaron no ser los ladrones, cosa que no les creyeron. Fue cruel el suplicio al que fueron sometidos en virtud de desconocer a los autores de este robo, siendo finalmente abandonados, pensando que estaban muertos. Más no fue así y luego de muchas horas recobraron la conciencia. Hacia la medianoche y sin saber que hacer, lo único que se les ocurrió fue seguir inicialmente el trayecto de la enrrieladura y luego internarse al monte. Siguieron caminando en la oscuridad, cayendo y rodando, con la esperanza de poder encontrar algún poblado. De las heridas emanaban pequeños hilos de sangre, en otros estaba la sangre ya seca y cubiertos de tierra; los labios partidos por la deshidratación, anhelantes de encontrar un manantial que aplaque su sed. Seguían desesperadamente sin saber a dónde llegar. El amanecer se aproximaba y suponían que al no encontrar sus cuerpos se organizarían patrullas con la finalidad de capturarlos. La Divina Providencia hizo que encontraran la hacienda de Usunag Viejo
Bajo ningún punto de vista era recomendable su permanencia en ese lugar por la cercanía al sitio donde había ocurrido el hurto, no les prestaba ninguna garantía para estar seguros y a buen recaudo, así que, aceptando el consejo de don Francisco, siguieron en su huida para tratar de salvar sus vidas.
Efectivamente y como ya se preveía, habían salido patrullas organizadas a fin de dar con el paradero de los supuestos ladrones. Los residentes de la hacienda, previamente anticipados manifestaron no conocer nada de lo que estaban investigando.
Pasó el tiempo y este sector de la Nariz del Diablo, tuvo un gran desarrollo, en particular económico. Siendo el sitio donde comenzó el ferrocarril hacia el Austro, muchos emigrantes llegados de diferentes partes del país comenzaron a afincarse en este lugar a tal punto que se dio inicio a la construcción de muchas casas. Un indígena de apellido Llivirumbay, mientras construía los cimientos de su casa, dio con una de las cajas y cuando se percató de su contenido, suspendió los trabajos y con el feliz hallazgo se alejó del lugar. Posteriormente adquirió tierras en el sector de Tolte, convirtiéndose en una de las personas más ricas de la región.
Existe otra versión con relación a este robo.
Que en verdad no fueron las dos personas de raza negra los culpables; que el responsable del robo fue un trabajador de nacionalidad española, quien al ver como habían castigado a los supuestos ladrones, no le quedo más recurso que guardar celosamente el secreto, por el riesgo que conllevaba divulgarlo. Es así como una vez que finalizó su contrato y recuperaba su libertad, regreso a su patria España. Tratándose de un expresidiario, había vuelto a sus andanzas, lo que le valió ser nuevamente apresado y condenado a la cárcel.
Este individuo mientras estuvo trabajando en la Nariz del Diablo, obtuvo muy buenas referencias de don Rafael Cuadrado, padre de don Melquisedec y oriundo de la parroquia de Sibambe, a quien como queda dicho habían conocido únicamente por referencias.
Desde la prisión escribió una carta dirigida a don Rafael Cuadrado, se declaraba autor de este misterioso robo, manifestando que había enterrado el tesoro en un lugar seguro por el sector de Boliche y que estaba dispuesto a enviar un plano debidamente detallado donde se identifica con claridad el sitio correspondiente.
Qué sabía de la honradez y seriedad de la persona a quien estaba confiando este secreto, y que luego del rescate, se repartirían en partes proporcionales.
Le solicitaba que confíe en él, que para comenzar el operativo, debía primeramente enviar el valor del pasaje para una nieta, con quien se comprometía a remitir el plano
Don Rafael, una persona de edad, muy respetada por todos los que le conocían, no tomó en serio esta propuesta, al contrario, se molestó, por la cual ni siquiera se permitió contestarle. Desde luego no le faltaba razón pues el español había sido una persona cuyos antecedentes no eran dignos de confianza.
Lo cierto es que en algún lugar de esta cálida región, siguen enterrados dos o tres cajas de libras esterlinas que en los actuales tiempos de crisis, encontrarlas sería un buen golpe de la diosa fortuna.
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