De cómo la epidemia también viajó en tren
¿Qué debes saber?
En el mes de septiembre llegaba el ferrocarril a Alausí, marcando una época de prosperidad entre sus habitantes. Siendo esta región una de las más fértiles de la provincia, la producción de sus campos aumentó generando mayores recursos económicos tanto para los productores como para los que se dedicaban a la actividad comercial.
En el campo, los terratenientes, dueños de grandes extensiones de tierras veían multiplicarse sus utilidades, aprovechándose del sudor, esfuerzo y lágrimas de los comuneros que sometidos despiadadamente, trabajaban de sol a sol para sacar el mayor provecho a las tierras. La producción se había quintuplicado; el ferrocarril se constituía en la mina de oro para llevar y traer la producción de las dos importantes regiones de la patria, la Sierra y la Costa.
Para el año de mil novecientos ocho, cuando el ferrocarril llegó a Quito; la región del Sur del Chimborazo, era la principal abastecedora de productos para el Litoral, especialmente Guayaquil. Guamote, Tixán, Huigra y por supuesto Alausí productoras de una gran variedad de legumbres y otros productos no alcanzaban a satisfacer los requerimientos de los pueblos ubicados a lo largo de la línea férrea. Sus estaciones diariamente se veían repletas de toda clase de productos. Igualmente de la Costa llegaban una variedad de alimentos entre los que se destacaban el arroz, azúcar, panela, sal, etc. Frutas como el banano, caña de azúcar, piñas, naranjas entre otras. El incesante tráfico ferroviario de productos de primera necesidad se complementaba con el creciente flujo de pasajeros, pues este medio de transporte se constituía la manera más rápida, cómoda y barata para trasladarse de un lugar a otro.
La vida comercial y turística hasta esos años se había desenvuelto sin mayor problema, incluso las familias de buenas condiciones económicas de Guayaquil, habían comprobado que Huigra y Alausí, por su cercanía al puerto, por su calidad de clima y la hospitalidad de sus habitantes, era el lugar ideal para pasar los períodos invernales y que coincidían con las vacaciones escolares.
Guayaquil por su condición de puerto se vio seriamente atacado por la epidemia de peste bubónica, no pudiendo ser controlada oportunamente; esta avanza con su poder destructivo hasta la planicie de la Costa y comienza a internarse hacia la Sierra.
Aprovechándose de los viajantes en el ferrocarril, logra la epidemia llegar a Huigra y Alausí.
Se había declarado la emergencia sanitaria. Las primeras instituciones sanitarias del Ecuador, estuvieron constituidas por juntas llamadas de sanidad, cuya organización era muy heterogénea, además su radio de acción se limitaba especialmente a la defensa a los puertos, para evitar la introducción en la República de enfermedades cuarentenales: lamentablemente no habían anteriormente diseñado un programa sanitario en la eventualidad de su aparición al interior del país
La presencia de la peste en Guayaquil en el año de mil novecientos ocho, marcó una nueva era en las instituciones sanitarias, creándose por decreto ejecutivo del mismo año, la Comisión Especial de Saneamiento, a la cual sustituyó el Servicio de Sanidad Pública, en virtud de la ley del tres de noviembre de mil novecientos ocho, expedida por el Congreso de la República.
El Servicio de Sanidad, estaba constituido por una Dirección General que residía en Guayaquil y de varias subdirecciones establecidas en las distintas provincias dependientes de la Dirección General, en el orden administrativo; pero sujetas a los Consejos Cantonales, en lo que se refiere a la parte rentística.
Las subdirecciones tenían independencia de acción y aún podían dictar reglamentos especiales, siempre que sean aprobados por la Dirección General.
La peste se había propagado como era de suponer por todos los pueblos que atraviesa el ferrocarril. Las primeras víctimas habían fallecido pese al esfuerzo del médico municipal.
La municipalidad del cantón Alausí, en ese año presidido por el dr. Julio Serrano, convocó a reunión extraordinaria con el único propósito de encontrar alternativas que permitan detener el avance de la mortal enfermedad y su futura extinción.
El quince de febrero de mil novecientos ocho. El Concejo Municipal, nombra un grupo de ciudadanos de los más caracterizados según consta en la resolución, con la finalidad de conformar la junta cantonal, eran: dr. Isaac Álvarez, dr. Manuel Abad, señores: Enrique Corral, el Jefe Político, sr. Modesto Corral, Víctor Manuel Fiallo, Cicerón Marchán, Virgilio Salcedo, Eloy Aguirre, Gregorio Ormaza y Enrique Ruilova, esta junta se vio investida de todos los poderes que se creyera útiles y necesarios.
Entre otras cosas manifiesta que impondrá las medidas necesarias para que prime el orden y sobre todo el aseo, para la eliminación de animales propensos al desarrollo de la epidemia, así como facultades para decomisar e incinerar todo producto comestible o bebida que se compruebe en mal estado. Se resolvió también tener reuniones con los trabajadores del ferrocarril para adoptar operaciones en conjunto, pues se había comprobado que era a través de este medio de comunicación justamente que llegaban cantidad de ratas infectadas las que aprovechaban el desembarco de los víveres para ellas también buscar refugio en la estación del ferrocarril.
De acuerdo a la ley de sanidad, la municipalidad debía correr con los gastos económicos y humanos que se requieran para contrarrestar este flagelo. Para cumplir con este propósito se destinó la cantidad de mil sucres, aclarando que esta cantidad representaba la sexta parte del presupuesto anual del municipio. Para viabilizar la situación, quedaron aprobados todos los gastos que demanden la comprobación del desarrollo de la epidemia. Se dispuso también que el Comisario Municipal, sea la autoridad directamente llamada a hacer cumplir todas las ordenes que se dicten al respeto a la vez que se incrementó en cuatro hombres el personal de esta dependencia con la única finalidad de enfrentar a la epidemia.
Alausí, en estos años no disponía de un lugar adecuado donde atender satisfactoriamente a quienes se habían infectado de la peste negra. La municipalidad comenzó a gestionar ante el ministerio respectivo la posibilidad de construir un Lazareto en nuestra población, disponiendo que los recursos que generaba el arriendo de las minas de azufre y que era exclusivamente para el Colegio de Niñas. Por esta emergencia se pedía que se los invierta en la iniciación de la construcción de este centro sanitario.
Tal fue la insistencia, que en los años siguientes de mil novecientos nueve, diez y once, consta detalladamente la benéfica labor llevada a cabo por el ilustre facultativo dr. Luis Felipe Cornejo Gómez, médico que sentó las bases del verdadero servicio sanitario, conforme a las prescripciones científicas que señalaban en aquellos tiempos. A esa entusiasta actitud del dr. En las memorias de la dirección de Sanidad dr. Luis Felipe Cornejo Gómez se debe la existencia del Lazareto de Guayaquil y Huigra.
El dr. León Becerra, continuando la misma labor tomó decido interés en la construcción de iguales edificios en Manta y Alausí y del hospital de Milagro.
En Santa Rosa y en Alausí se presentó la peste bubónica con caracteres alarmantes, lo que era al propio tiempo una amenaza horripilante para muchas poblaciones del interior.
La dirección de Sanidad envió a estos lugares médicos con la provisión necesaria para la curación de los pestosos y con cuadrillas de desinfección, que hicieran los trabajos convenientes en Alausí. La peste fue combatida hasta su completo desaparecimiento, pero se seguía anhelando la construcción de un Lazareto con el objeto de estar prevenido para cualquier otra ocasión en que la peste aparezca. Se clamaba que el gobierno no debe dejar desatendida esta justa aspiración de un pueblo rico y floreciente y que a decir verdad no goza todavía de la protección que merece de parte de los Poderes del Estado.
Lamentablemente el flagelo se había extendido hacia las poblaciones de Tixán y Palmira, a tal punto que indujo al director de sanidad a levantar un edificio en las afueras de la planicie de Palmira, sirviendo de aislamiento de los pestosos.
Mientras tanto el Municipio de Alausí, no había logrado conseguir la transferencia de recursos, obligando a implementar un ordenanza tendiente a conseguir recursos que ayuden a enfrentar este terrible mal. Es así que el veinticinco de enero de mil novecientos diez, y siendo Presidente del Concejo el dr. Isaac Álvarez aprueban una ordenanza municipal que entre sus principales considerandos decía:
1.- Día a día va tomando proporciones alarmante la peste bubónica, amenazando con ellos de muerte a los habitantes de esta villa, a donde muchas personas concurren o llegan contagiadas del mal; y
2.- Que para tomar medidas de prevención y saneamiento se requieren fondos.
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