Elogio de Ozogoche, Lugar de misterio y ensueño
¿Qué debes saber?
La visión que ofrecen a los visitantes las lagunas del complejo de Ozogoche, hablan de soledad, de profunda paz espiritual, de vernos transportados a lugares cósmicos. Los picos, cumbres, riscos y laderas que rodean a estos espejos de agua, son caprichosos y hundidos; solo se dejan ver cuando la niebla decide ceder.
En la orilla, sobre la arena blancuzca y las piedrecillas de distintos tonos, mueren apaciblemente las olas de agua helada. Son ondulaciones cristalinas que no hacen ruido al romper. El silencio de su movimiento repetitivo acompaña al mutismo de los pajonales, solo interrumpidos de vez en cuando por el silbido del viento helado que hiere inclemente la piel de quienes no están acostumbrados a estos fríos lugares o el balido incesante de cientos de ovejas y que al oído parecen transformarse en triste melodía que subyuga el alma y hace sentir el prodigio de la naturaleza.
Pero Ozogoche, no solo son las lagunas, son parte de un gran sector de territorio que sirve como hábitat para una inmensa cantidad de animales, en cuyos extensos pajonales viven el oso de anteojos, el venado que se halla en serio peligro de extinción por la cacería brutal a la que ha sido sometido. En las aguas de las lagunas se encuentran truchas, también existe la gaviota andina y curiquingues.
La naturaleza pródiga con sus encantos ha llenado con hechos sobrenaturales, haciendo de este sector un lugar de misterio y de sucesos inexplicables a la razón humana. Nos referimos concretamente al suicidio de las aves. Acto que ha permitido tejer sobre este hecho, leyendas que pretenden explicar la razón de un misterio que año tras año va ganando trascendencia y que necesariamente obliga escudriñar en lo profundo del saber colectivo, acercarnos más y poder encontrar una respuesta satisfactoria para tan importante hecho sagrado.
Efectivamente a tres mil ochocientos metros de altura, cuando el frío cala los huesos y la neblina impide la visión de todo ser viviente; a lo lejos solo se escucha el canto triste de cientos de pájaros que van rumbo a su propia muerte, en un tributo ancestral cósmico y misterioso.
Estos animales en un ritual suicida, pero sagrado, se arrojan a las gélidas aguas de las lagunas; que según la leyenda están ávidas de la sangre de estas aves que surcan los cielos de América, teniendo solo como destino: “homenajear a la naturaleza” .
Este tributo sagrado que se vienen dando desde tiempos inmemorables, ha servido para que turistas nacionales y extranjeros lleguen a este frío lugar para observar al pájaro llamado cuivivi, luego de viajar miles de kilómetros y ofrendar inexplicablemente su vida; acto que es aprovechado por los habitantes de la zona para con cánticos, instrumentos musicales, danzas, agradecer a sus dioses por este espectáculo sagrado.
El misterioso suicidio de los pájaros cuivivís, volvió el año del dos mil tres, con su tradicional velo de inquietudes.
El diecinueve de septiembre, la primera persona que vio a los cuivivi fue Feliciano Bejarano. Fue el viernes en la mañana poco después de la diez. A esa hora, Bejarano, llegó hasta la laguna Verdecocha, luego de caminar unos diez kilómetros desde su comunidad Ozogoche, por un pantanoso sendero, en las interminables montañas del Parque Nacional Sangay. Este fenómeno aunque está siendo ampliamente difundido, se torna difícil al momento de querer observar, por cuanto el suicidio de estas aves en las lagunas del sector, sucede durante la noche.
“Este año las aves llegaron a tiempo y como tantos otros, en la noche. Las bandadas pasaron chillando en la oscuridad. Este fue el aviso, nunca se atrasan; el arribo es desde el quince de septiembre hasta el treinta del mismo mes,”solo Dios sabe por que se matan”.t
Estas palabras las dijo, Bejarano, un nativo del lugar de unos cuarenta y dos años de edad, de buen estado físico, aunque a punto de perder la visión en su ojo derecho, pues en una travesura a los doce años, se clavó la punta de un cuchillo en el iris. En todo este sector existen alrededor de veinticinco lagunas pero los cuivivís aparecen muertos en Verdecocha y el extremo oriental de la laguna Cubillín. Bejarano, había previamente planificado su movilización con la finalidad de aprovechar de este ritual y poder recoger la mayor cantidad de aves.
Efectivamente, el viernes diecinueve de septiembre, a pesar de la pertinaz lluvia y la bruma de la zona, no impidieron para que cumpliera con su cometido. A eso de las cuatro y treinta, despertó con el canto del gallo. Prendió su mechero del candil que reposaba sobre el parante derecho del respaldar de la cama y se vistió.
Maria Josefina García, su esposa, continuó dormida, abrazada a su pequeña hija que procrearon hace un año. De un solo soplo apagó la débil luz, abrió la puerta y caminó en la penumbra a unos veinte metros hasta otra pequeña vivienda y allí despertó a su hija Maria Narcisa de nueve años, ella se había animado a acompañar a su padre en esta larga travesía.
Mientras Bejarano desataba el asno que permanecía junto al corral de los borregos; María Narcisa, retiraba las cuatro tablas que ponían como puerta de la cocina y recogía una funda de habas tostadas y unos cuantos pedazos de panela. Estos alimentos debían ser el desayuno y almuerzo de estas dos personas.
Juntos se alejaron de su morada. Bejarano sobre el asno y su hija bien agarrada al padre. Entre tanto los cientos ochenta habitantes de la comunidad de Ozogoche, continuaban en un profundo sueño, sumidos en la oscuridad y soñando tal vez que algún día podrán contar con el servicio de luz eléctrica.
Para cuando el sol les dio el encuentro, ya llegaron a la laguna Yanahurco, empapados por la lluvia que les acompañó en la madrugada. El asno lo dejaron allí. En adelante, deberían caminar lentamente por los pantanos y cruzar varios ríos. “Aunque es un sendero conocido, hay que transitarlo con cuidado, uno nunca sabe en donde se puede enterrar”.
La pequeña sacó las habas de una shigra, cada uno agarró un puñado y aceleraron el paso. Luego de cinco horas de viaje, divisaron la laguna Verdecocha, que forma parte del sistema lacustre de Ozogoche. Para entonces había poca neblina. Bejarano, descendió lento y en silencio. Maria Narcisa, se quedó unos cuantos metros más arriba, oculta en el pajonal. La idea era verificar si los cuivivis estaban allí, pero vivos. No fue así. Había que fijarse muy bien para poder encontrar los pájaros suicidas, porque su color café oscuro, se confunde con parte de la naturaleza y el agua. “Casi siempre las aves se clavan en el centro de la laguna y las frías olas las acarrean a la orilla y allí flotan, todas muertas”.
En ese momento Bejarano gritó para que bajara su hija. María Narcisa, miró a su alrededor y empezó a recoger las aves que quizás fallecieron la noche anterior. El campesino las examinó con minuciosidad “son igualitas a las del año anterior” murmuró. Aunque Bejarano, es analfabeto, las cuentas no le fallan: “Era una bandada de unas ochenta, cada año llegan menos” dijo. El costal de plástico que previamente había llevado, se llenó con treinta, suficientes aves para la alimentación de una semana de los siete miembros de la familia Bejarano. El resto de aves las recogieron Francisco y José, los hijos mayores de Bejarano, quienes habían llegado al medio día. El hallazgo lo repartieron con los vecinos.
El retorno fue igual de cansado y todavía más con el peso en la espalda. Al atardecer los dos viajeros llegaron a la comunidad. Aquel día ninguno de los vecinos se enteró de lo sucedido hasta la mañana siguiente.
Bejarano, aprovechó el sábado para descansar. Caminó hacia un baúl que lo dejó de herencia su abuelo, sacó un acordeón y entonó varias melodías de la Sierra. Al son de la venada, música tradicional de la zona, su esposa María Josefina, desplumó los primeros cuivivis y preparó una sopa
En ese instante llegaron los primeros turistas, ellos se habían hospedado en las cabañas construidas en Zula, una comunidad que queda aproximadamente a diez kilómetros de distancia más arriba de Ozogoche y que se constituye un paso obligado cuando se debe dirigir hacía las lagunas. Son tres cabañas que fueron construidas con el apoyo del Centro de Desarrollo Humano, Difusión e Investigación. Invirtieron treinta y cinco mil dólares y allí funciona una cocina general y un salón para vender artesanías, como fajas, gorros, llaveros, entre otras cosas. Allí los dos mil quinientos indígenas de Zula, cambiaron la incipiente agricultura por el turismo.
“Lo que importa es que lleguen los turistas, es un beneficio para todos” concluyó Bejarano a tiempo que masticaba la carne del cuiviví.
El veintiuno de septiembre del dos mil tres, los comuneros del sector participaron en un festival con danza y música junto a la laguna Cubillín, acto que fuera ampliamente difundido a través del Ministerio de Turismo, en asocio con otras instituciones. Allí Bejarano se colocó dos cuivivís en forma de collar y tocó el bombo en un grupo local; de esta forma todos los asistentes pudieron conocer a la mítica ave.
Muchas otras versiones se han tejido alrededor de estas aves que en un ritual increíble, que sucede en la profundidad del páramo y que se lanzan en las lagunas para abrazarse con la muerte.
Una de las versiones que más fuerza tiene entre los pobladores y turistas es la contada por los “mayores”, la cual ha pasado de generación en generación hasta nuestros días y sostiene que: “desde hace cientos de años, no se sabe por qué, miles de avecillas llegan entre los meses de agosto y septiembre, bandadas acompañadas por el frío, la neblina, la lluvia y en muchas ocasiones había presencia de furiosas tormentas con truenos y relámpagos que asustaban a los pobladores. El agua de las lagunas se agitaban terriblemente. Cuando asomaban las avecillas su gorgojeo era impresionante por emitir un sonido triste y lastimero que parece decir: cuiví – cuiví - cuiví. Este fue el motivo para que los habitantes de la zona los llamaran cuiviví.
Sin embargo, los científicos no concuerdan con esta versión popular y sostienen que todo es producto de la ley de la naturaleza sostenida por Charles Darwin, que indica que como las aves vuelan largas distancias, sus fuerzas disminuyen, por lo que al llegar a estas lagunas, se encuentran con el frío y la neblina. Al estar agotadas y perder las fuerzas, caen a las aguas heladas. Esto significa que los cuerpos se enfrían y caen al no poder volar.
En cambio otro grupo de estudiosos manifiesta, que las lagunas de Cubillín y Magtayán, son una antigua formación volcánica por lo que en la zona existen emanaciones de gases tóxicos y cuando las aves pasan por el lugar, lo respiran. Al faltarles oxígeno caen al agua; pero no todas mueren en su tránsito por el sector, sino que un buen número mueren al tocar su cuerpo con las heladas aguas.
No solo el suicidio de cientos de aves es el único misterio que encierran estas lagunas. sino que la de Magtayán y en particular la de Cubillín, producen fuerte oleajes que sobrepasa su estrecha playa, adentrándose en los pajonales, como queriendo escapar a su milenaria prisión. La explicación aparentemente lógica que se da a estos fenómenos, es que por la altura en que se hallan las lagunas, los vientos son bastantes fuertes. Esto hace que choquen contra las montañas que están a su alrededor, produciendo un retorno del viento sobre la superficie y provocando el agitamiento de las aguas.
En muchas ocasiones se ha podido encontrar pequeños objetos del mar. Se ha pretendido dar una explicación a este fenómeno, manifestando que posiblemente los cuivivis los traen en su organismo.
Otra leyenda que se ha rescatado se refiere a que en el fondo de una de estas lagunas escondieron el inmenso tesoro que los aborígenes del Reino de Quito transportaban a Cajamarca, para pagar el rescate del rey Atahualpa. Este tesoro había sido cubierto por una gran cantidad de piedras y rocas transportados para el efecto, a tal punto que lograron formar una isla, permanentemente vigilada y cuyo acceso era difícil y peligroso.
Esta información se había logrado conocer, debido a la presencia de un aventurero español que sabedor de la existencia de este fabuloso tesoro y en su afán por apoderarse únicamente él; logró llegar hasta la orilla de la laguna. Desesperado, se puso a rezar frenéticamente a la Virgen María, ofreciéndole construir un majestuoso templo en este sector; desde luego si le ayudaba a recuperar el tesoro. Dicen que desde la orilla y portando una azada, se arrojó a la frías aguas. Nadó con todo vigor y ante la posibilidad de encontrar lo que buscaba, parecía que las fuerzas se le duplicaban. Al fin logró cumplir con su objetivo. Una vez llegado al islote se puso ansiosamente a cavar. Grande fue su sorpresa y asombro cuando casi las fuerzas le habían abandonado, dio con el codiciado tesoro. No podía imaginar semejante cantidad de brazaletes, fetiches, frontales, vasos, collares, cuentas, diademas todas de oro con incrustaciones de piedras preciosas. Sus ojos no podían creer lo que miraba. El descubrimiento y la magnitud de este tesoro, lo único que hizo fue aumentar su ilimitada ambición, haciendo que pierda la calma y tranquilidad. Olvidando el ofrecimiento que había hecho a la Virgen, lanzó una tremenda blasfemia contra ella. Instantáneamente se desató una fuerte tempestad con descargas eléctricas y un rayo poderoso fulminó al intruso que junto al tesoro, desaparecieron en el fondo de estas aguas.
Así mismo se han tejido muchas teorías sobre el lugar de procedencia de los cuivivis. Unos manifiestan que llegan de las playas de “El Morro” situadas en el desierto de Piura (Perú) donde existen también aves que los nativos conocen con este mismo nombre.
Otra versión indica que es una especie migratoria de Norte América, cuya hipótesis esta respaldada por el Departamento de Biología de la Pontificia Universidad Católica de Quito. Hay otros que incluso afirman, que se trata de una ave procedente del Sur de Argentina. Muchas personas que tenían la costumbre de recorrer Ozogoche por la década de los años cuarenta, justo en los meses de agosto y septiembre, observaban unas aves bastante grandes a quienes los moradores del sector llamaban popularmente “cagrines”. Estas aves en países como Argentina y Chile, eran conocidas coma la “bandurria de invierno”.
Lo preocupante es que el extraño fenómeno y lo que Ozogoche encierra como misterio, ha ido desapareciendo paulatinamente.
Las razones al modo de entender de los nativos, se debe a que se ha invadido de una u otra manera su entorno natural, haciendo difícil que estos fenómenos inexplicables de la naturaleza, mantengan sus lugares de privacidad.
La humanidad sin embargo se empeña por tener un acercamiento con la naturaleza y con aquellas expresiones de vida que le permitan recobrar los espacios profundos de una tranquila existencia.
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