Historia de la Estancilla

Nos cuenta la tradición oral local que a finales del siglo 19 el caserío de La Estancilla, conocido entonces como La Estancia, contaba ya con un transporte fluvial de marcada frecuencia.

Origen del nombre de “La Estancilla”

Los campesinos navegaban el Carrizal y sus afluentes, aguas abajo, desde los cerros de Junín y Calceta hacia el cantón Tosagua, con el comercio de las cosechas de legumbres y frutas, la caña guadúa y la tagua incluyendo el cade que era el elemento único para cubrir los techos de las casas de esos tiempos, haciendo de este medio el mas importante para la manutención de los pueblos comarcanos establecidos en ese entonces.

En aquel tiempo el transporte fluvial era un medio muy importante, sobre todo en el invierno, cuando se hacia imposible la movilización en acémilas debido a la inclemencia de la estación y al estado del terreno.

El puerto de La Estancia era un lugar de escala, donde los campesinos transeúntes hacían su parada obligatoria para comer y para descansar, reparando fuerzas en su trayecto de comercio y comunicación fluvial.

Don Sixto del Rosario Ormaza Vera “Papito Chala” morador de la margen izquierda del río, era el dueño de una flotilla de balsas, de esas que malamente representa la escultura en homenaje al Balsero del Carrizal en la ciudad de Calceta; vivía junto a su familia en una casona de gran importancia para ese tiempo, casona de caña y cade cuya parte inferior, a modo de una gran bodega, servía de estancia para albergar a los comerciantes, viandantes y balseros que llegaban desde las feraces montañas circundantes.

Se cuenta que los balseros hacían sonar los cuernos para avisar a los moradores de aguas abajo del río, que venían navegando; así, cuando eran escuchados en La Estancia, se les preparaba comida y un espacio para desembarcar los productos y permitirles un descanso que muchas veces se prolongaba hasta el amanecer del nuevo día.

Ya en La Estancia se acomodaban en la gran bodega de don Sixto del Rosario, un lugar rudimentario pero que, según cuentan, era lo bastante grande y suficientemente dotado de sillas de madera (nuestras sillas de tijera) de uso frecuentes y que servían para el descanso de los viajeros quienes, muchas veces recostados en las sillas, hacían su siesta o dormían hasta el amanecer para continuar su viaje.

Es así que se hizo muy popular para los balseros y comerciantes en su ruta, hacer una parada para descansar en La Estancia, en una de dichas sillas disponibles para el efecto, por lo que algunos tal vez con el animo de bromear o de establecer un topónimo par la localidad se decían entre balsero y balsero: “Nos vamos hasta Tosagua, pero paramos en las sillas para comer y reposar”. Entonces se fusionaron los nombres de La Estancia con el de las sillas, resultando “La Estancilla”.

De esta manera se cree según las investigaciones realizadas por la autora de esta nota que el nombre de La Estancilla se fue haciendo popular entre propios y fuereños hasta ya comenzado el siglo 20, cuando don Ángel Pedro Giler Álava, quien había nacido en Tosagua y vivía en Bachillero, adquirió una gran hacienda en La Estancilla, en el sitio La Madera, estableciéndose allí con su familia.

Este ilustre tosaguense que, preocupado por el desarrollo de la comunidad, la empieza a organizar comprando lotes de terrenos a los propietarios del lugar para establecer el cementerio, el parque, la iglesia y la escuela local, que quiso fuera dirigida por religiosos y hoy es fiscal y ostenta su nombre.

El 10 de marzo de 1945 se erige La Estancilla como parroquia rural del cantón Rocafuerte con el nombre de Ángel Pedro Giler, quedando solo la cabecera parroquial con su nombre inicial que fue “La Estancilla”.




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