Sergio Espinosa de los Monteros hombre que convirtió la chatarra en el primer carro del Ecuador
Sergio Enrique Espinosa de los Monteros Estrella
Genio, poeta y loco, ha recorrido en el Ecuador, de norte a sur, casi por tres ocasiones a bordo de su propio ingenio: autos fabricados de chatarra.
Nació en Atuntaqui, el 18 de septiembre de 1917 pero, toda su vida la realizó en la zona de Intag y sus autos construyó en la parroquia de vacas Galindo.
A los 87 años de edad se quedó ciego y le costaba trabajo movilizarse dentro de su propia casa, salir al umbral o a la vereda, donde permanecía horas enteras clavado en sus recuerdos y con ansias de estirar las alas como lo hacía a los 11 años cuando construyó un avioncito de cartón que daba vueltas tras del caserío en la hacienda Chinipamba, en Intag, dónde llegó cuando era niño (tenía 6 años) y trabajo como peón y huasipunguero. Ese invento le valió apodo de “El Loco”.
Conoció Quito en 1923, vio por primera vez los automotores y carretas haladas por caballos. Ese día se prometió construir autos similares. Su sueño tuvo que esperar 55 años, hasta 1979 cuando nació el auto trapiche Shyri XII, vehículo que lo había empezado a construir en 1971, en su casa ubicada a unos 8 minutos del centro poblado de Vacas Galindo. En 1971 se le había acabado la caña de azúcar, entonces desbarató la polea del trapiche y lo convirtió en llantas, adoptó el motor de sacar cabuya y moler caña, y empezó su era de inventos. “Ese motor ahora ya no va a moler caña, va a moler Panamericana”.
Así fue, emprendió el viaje el 15 de noviembre de 1979 rumbo a Quito. Con la ayuda de los vecinos, en una minga, por un camino de herradura, logró bajar el auto hasta la carretera, en el puente de Baratillo ( a tres kilómetros de distancia). “Todos se reían y decían que era una tontera, que en Quito le iban a botar a la basura”. Logró llegar a Apuela, parroquia ubicada unos 8 km de distancia, ahí un amigo le ofreció llevar en su camión hasta Otavalo, le dejó en la Panamericana. A Quito llegó nueve días después, entre el asombro los aplausos, desperfectos, y la colaboración de la gente que encontraba en su trayecto.
No pudo desfilar en las fiestas (fundación de Quito), cómo era su propósito, se le dañó el carro. Sin embargo, el año siguiente cumplió con este objetivo, puso inconscientemente a la vista del mundo, el primer carro hecho en Ecuador.
Pero ese carro era incómodo y bien lento. Entonces hizo otro: el Chyri XI. Tenía más comodidad, podían dormir tres personas, tenía un cajón atrás para la ropa y otro debajo del asiento para las herramientas.
Esta vez no se aventuró y contrato un camión para transportar su nuevo vehículo a Quito y desfilar en las fiestas. Pero la aventura no terminaba ahí. Se fue hacia la frontera con Colombia, a Rumichaca, e inició el viaje a la frontera Sur. Quería llegar al Perú, pasó por Ibarra, a Quito desde ahí a Riobamba hizo 4 días, de Riobamba a Cuenca hizo 10 días. Cerca de la frontera en Caraburo, tuvo desperfectos que la obligaron a regresar a Cumbe y luego a Cuenca.
Había nacido una amistad con Dieter Wittich, de la embajada de Austria quién le acogió en su residencia durante 10 años. En 1981 le filmó un documental titulado “Sergio” que tuvo gran éxito en Austria y Europa.
En la residencia de Dieter fabricó el tercer auto “El cóndor de los Shyris”, con los fierros que le regalaban “los gringos” y recogiendo en las traperías. Desfiló en las fiestas capitalinas.
“El Pichirilo Loco” su cuarto carro, lo hizo en Cuenca, en el portal del almacén pichirilos. Sus dueños Miguel Mora y María Naranjo le dieron facilidades: fierros, comida, incluso dinero para su familia que le seguía esperando en Vacas Galindo. Con ese auto desfiló en Cuenca el 24 de diciembre de 1993, en el Día del Niño Viajero. En julio de 1994 desfile en Riobamba, allí se quedó pasmado cuando en medio del acto, la reina y su corte le dieron un beso, que le perturbó a tal punto que no articulaba palabra ante las preguntas de los periodistas. – “Ese recuerdo me de ir llevando hasta la tumba, si eso habría sido plata ya me hubiera acabado”. También con ese carro avanzó a Quito, donde se unió al desfile en las fiestas de diciembre.
Y el último carro salido de las manos de este campesino soñador se llama: “El auto modelo nacional Gran Turismo”. Lo armó en Riobamba, donde vivió dos años, en una fábrica de frigoríficos del ingeniero Marcelo Pino. “Este carro me quisieron comprar los hermanos Pástor dueños de una ferretería. Me ofrecieron 500 sucres. No le vendí porque los “gringos” me dijeron que costaba mucho más que eran únicos en el mundo”.
Don Sergio Espinosa de los Monteros “El loco escritor”
Así, cuando rompió con su primer amor, escribió este poema:
En las gradas de la iglesia de La Merced
de la ciudad de Ibarra.
Murió la ilusión,
quedándome sólo
perdí la razón
porque hasta ahí vino volando
esa avecita pasajera
y me dejó llorando
maldiciendo a mi suerte traicionera
volveré a mi tierra con ese dolor
buscaré un sendero con huella de amor
aquella confianza que quiso hacer nido
en mi corazón
la sentí perdida, sin explicación,
Me abrazó
Un beso me dió
Tan buena era
se fue y nunca más volvió.
Le esperaré hasta que muera
como le amaba
por ella lloraba
Inés se llamaba.
El loco escritor
En sus escritos están sus recuerdos, desde las travesuras que hacía de niño cuando desentejaba la casa de sus padres para armar otras y emprender huída al cementerio para evitar el castigo, hasta un viaje de fantasía a planetas de colores que aún no ha terminado.
La mayoría de textos los ha escrito mientras vivía en la residencia de la embajada de Austria en Quito. Cada noche después de la cena leía sus escritos a sus amigos Dieter y su esposa. Muchas veces don Sergio lloraba acordándose la dura vida que tuvo sobre todo en su niñez y juventud, de huasipunguero, prácticamente esclavo.
Aunque nadie ha publicado sus obras, son muchas que esperan a un editor y la imprenta que les permita salir a la luz. Entre ellas tenemos:
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La historia de mi vida
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El profeta del sol y su mandado
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El mandato del tío muerto
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La piedra del dolor
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El susto de los 15 años
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El miedo al veneno que tiene la flor
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Maldito dinero amistad y confianza - de amigo amigo
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La conscripción
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El secreto del maestro segundo
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El peligro del anillo y la plata guardada
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La venganza y la sangre
-
El niño muerto
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Moliendo el fruto del amor
-
La flor estaba muerta
-
La selva y la reina invisible
Nadie es profeta en su tierra
Aunque la revista Vistazo a dedicado varias páginas, en diferentes épocas y los periódicos han publicado, algunos reportajes más como una novedad, han sido revistas mundiales las que han valorado la genialidad de don Sergio.
El fotógrafo austríaco, Lois Lammerhuber, hizo sendos reportajes en GEO mundo de Alemania en 1986; Auto – revue de Austria, también en 1986; Autos de Italia, Panorama de Holanda y Novedades de Suiza, destacando el trabajo de este campesino imbabureños que nunca ha utilizado zapatos, excepto en el cuartel.
Gracias a estos reportajes, Lammerhurber se lanzó a la fama y años más tarde fue declarado el mejor fotógrafo del mundo.
Y fueron también extranjeros que lo llevaron al cine: En 1981 Dieter Wittich, cineasta austríaco, y amigo del “Loco”, hizo un documental que lo tituló “Sergio”. Aunque no fue proyectado en el país tuvo gran acogida en Austria y Europa.
Años más tarde Philip Molins, de Francia, hizo otro documental que fue proyectado en la Alianza Francesa en 1996. Decía el anuncio: “El día miércoles a las 7:30 se proyectará un cortometraje de Philippe Molins, filmado en el Ecuador de 1995 sobre la vida de Don Sergio quien construyó con material de desecho el primer automóvil del Ecuador”.
Para el estreno del documental, al que asistieron cerca de 350 personas, su amigo Dieter le prestó un pantalón. Obviamente fue descalzo, porque los pies no sólo les servían para caminar sino también para tocar las guitarras como lo hizo de joven cuando formó la “Orquesta clavel de Chinipamba” junto Ángel Delgado, Misael Benalcazar y Carlos Menéndez. Cuando se terminó el grupo, se quedó con dos guitarras y se dio modos para hacerla sonar, para ello ocupó manos y pies.
Para su muerte, hizo construir a un nieto una cruz con alma de acero, en que cuyo epitafio no vaya su nombre sino: – “Esperando la segunda venida de nuestro Señor, ten piedad de nosotros”.
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