Inti Raymi en Galápagos
Fiesta del Sol Galápagos
Elegir un destino de viaje representa un desafío para mí, en especial porque busco lugares que me conecten con situaciones profundas que permanezcan entre mis más preciados recuerdos.
Había leído mucho sobre las paradisiacas islas Galápagos, un extraordinario territorio compuesto por 234 unidades terrestres sumergidas del mar y ubicado a 1000 kilómetros de la costa del Ecuador. Este paraíso, poseedor de una sorprendente biodiversidad, tiene más de 2000 especies únicas que no se observan en ninguna parte del planeta. Con esta pesquisa decidí emprender mi viaje por este encantador lugar.
Mi aventura inició en la isla Santa Cruz, la más activa económicamente, y donde se concentra la mayor cantidad de población, unos 15.000 habitantes. Debido a que sus colonos provienen de todas las regiones del Ecuador existe una gran diversidad cultural; indígenas, montubios, afroecutorianos y mestizos.
En cada paso que daba sentía mucha algarabía entre la población. Se percibía un ambiente de fiesta, y mediante un alto parlante anunciaban la celebración del Inti Raymi para agradecer a la Pachamama por las bondades recibidas en sus cosechas.
Los otavaleños, que llegaron a las islas en 1978, celebran la Fiesta del Sol para rescatar la cultura indígena y mantenerla viva en el territorio Insular, que es más conocido por su biodiversidad.
El primer día organizaron una feria gastronómica con productos de la región Andina; mote, cuy, cerdo, chochos, tostado y otros ingredientes formaban parte de exquisitos platos que aún logro sentir en mi paladar. “Esto es una antesala de la noche mayor del Inti Raymi” escuché, mientras admiraba la exposición de artesanías de lana, madera, cuero y mullos, elaboradas por los otavaleños que viven en Santa Cruz.
La curiosidad por descubrir cómo celebraban el Inti Raymi en Galápagos me condujo a participar en el ritual ancestral. Sus organizadores cuentan que esta tradición inició hace muchos años con danzas folclóricas en las viviendas de la comunidad indígena de Santa Cruz. Desde hace seis años, quince familias otavaleñas preparan un festival para que los turistas y comunidades disfruten de esta milenaria fiesta. Estaba presto, vivir la tradicional Fiesta del Sol, que por cierto estaba adaptada a las condiciones del Patrimonio Natural de la Humanidad para conservarlo. Se notaba el esfuerzo de la comunidad por mantener latente esta cultura ancestral pese a estar lejos de su tierra natal.
La noche del 23 de junio, cientos de personas se habían concentrado bajo un techado para deleitarse de una jornada llena de colorido, música, danza y tradición. El sonido de las quenas, charangos, flautas y tambores entraban profundamente en mis oídos para transportarme a épocas legendarias cuando los indígenas agradecían al Sol y a la Pachamama por las cosechas.
Sentí cómo la energía del solsticio de verano recorría todo mi cuerpo al son de la música Andina. De repente, el conocido Diablo Huma, personaje principal de la fiesta andina del Inti Raymi, practicaba una danza singular para ahuyentar a los demonios de la cosecha. Su vestimenta era muy llamativa, portaba una máscara de dos caras (simboliza: el bien y el mal, el sol y la luna, lo bueno y lo malo, el día y la noche, el futuro y el presente, el norte y el sur) en su mano llevaba un látigo que sacudía fuertemente sobre el suelo. Los demonios se habían ido y la conexión con el cosmos se había establecido.
Acto seguido, se escuchó un sonido similar al de una cascada, mientras todos aguardábamos silencio esperando ser sorprendidos. Tres hombres enmascarados, vestidos con trajes blancos, faldas rojas con rayas doradas y cintas que pendían de sus espaldas, empezaron a danzar en círculos al ritmo del tambor y la flauta. ¡Vaya, qué energía! Se trataba del grupo de indígenas de la comunidad salasaca que también se unían a la Fiesta del Sol para agradecer por las bondades recibidas este año.
Inti Raymi
Fiesta del Sol
Los otavaleños presentaron a la nueva directiva del cabildo y ofrecieron los castillos llenos de frutas, verduras, animales de granjas e incluso dinero. Si recibes un castillo debes compartirlo con tu comunidad y el próximo año entregar el doble de lo recibido, así reza la tradición.
Inmediatamente, “las tías” (mujeres indígenas ancianas) empezaron danzar alrededor de una mesa. Estaban vestidas con blusas bordadas de muchos colores y anacos negros o azules. Cada una llevaba en sus espaldas una bandeja de comida. Sus rostros denotaban un sentimiento de orgullo por sus ancestros y por sus tradiciones. Al finalizar su danza ancestral colocaron diferentes tipos granos cocinados sobre la mesa: maíz, mote, fréjol, habas, chochos, garbanzo, arveja y otros. Las tías estaban listas para preparar el “Cucabi”, la porción de alimentos con granos de la cosecha que se comparte con la comunidad.
Fiesta de la cosecha
Los asistentes aplaudían con mucha emoción, el ritual había concluido y los indígenas habían agradecido al Dios Sol por las bondades recibidas en las cosechas. Se sentía en el aire el inicio de un nuevo ciclo y la energía que emergía de la Madre Tierra anunció que estábamos listos para otra etapa.
Esta vivencia me conectó con el cosmos y rejuveneció mi espíritu, sin duda alguna encontré lo que buscaba: una experiencia que me conecte con tradiciones ancestrales en lugares inimaginables.
¡Atrévete a vivir la Fiesta del Sol en Galápagos!
29 Junio , 2018 / Por: Jennifer Amaya
Publicado en:
Publicado por: