Minas de hielo Guano
¿Qué debes saber?
- Están localizadas a una hora de la Parroquia San Andrés ingresando por la Comunidad Santa Lucia, hasta el sitio denominado “Frutapamba”, desde este punto se inicia una caminata de tres horas hasta llegar a las minas de hielo.
- El atractivo se encuentra a 4.800 metros sobre el nivel del mar, y se trata de minas de hielo de las que se extraen bloques de los glaciales del Chimborazo.
- Son utilizadas en la ciudad para la preparación de granizados y los tradicionales “rompe nucas”.
- Esta actividad actualmente la realiza una sola persona “El último hielero Baltazar Ushca”.
- En aproximadamente tres horas de recorrido por el sendero designado “La ruta del hielero”, apreciando varios ecosistemas en los que se puede observar aves y vicuñas (camélidos andinos reintroducidos en este entorno).
La ruta de los hieleros
La aventura es impresionante, no sólo por el transitar sobre estas rutas milenarias sino por estar más cerca del cielo y apreciar los extraordinarios paisajes. Al fondo se observa a la ciudad de Riobamba, tan hermosa desde cualquier distancia. Bajo las faldas del coloso Chimborazo, se asienta un pequeño pueblo dedicado a la agricultura, pero en este antiguo pueblo existe la familia Ushca, que desde hace décadas se dedican a la tarea titánica de mineros, pero estos mineros son diferentes, acuden todos los martes y viernes a las nieves eternas del taita Chimborazo.
Baltazar Ushca desde temprano en la mañana se prepara para visitar al Chimborazo, junto con sus burros va pasando por chacras multicolores, hasta avanzar al páramo, y ahí con su hoz corta paja, y en un dos por tres teje sogas gruesas y resistentes que servirán para amarrar y dar cobijo al hielo del Taita Chimborazo.
El sendero transcurre por un camino animado de mirlos, curiquingues, guarros, y de vez en cuando se dejan ver los lobos de páramo, después de pasar por pequeños licopodios, se entra en un terreno de rocas y morrenas, donde se avistan a uno que otro colibrí tomando el néctar de la flor del andinismo, la chuquirahua; la pendiente se torna más empinada y abajo se puede observar la llanura de Tapi, que se extiende a lo largo y ancho del valle, al fondo se levanta imponente con sus picos afilados como cuchillas El Altar, sigue el sendero en zigzag con su mirada al frente en los tres macizos de nieve de este gigante de los Andes; el sendero se va abriendo como dando una bienvenida a los visitantes, y al fondo se observa las minas de hielo; ahí están la barra, el pico, el hacha, la pala, herramientas que están esperando las manos de estos hombres que tienen una comunión con la montaña.
En la actualidad es parte del turismo de montaña los intrépidos visitantes se aventuran a llegar a las minas de los hieleros del Chimborazo. Una mezcla de alegría, cansancio, admiración y logro se genera entre los viajeros que han vivido una extraordinaria experiencia.
Los bloques de hielo en las minas son grandes las delicadas piezas del glaciar de variadas formas y tamaños, se confunden en las paredes además se aprecian los cortes hechos por los hieleros y la paja de páramo que es utilizada para evitar el rápido deshielo de los bloques mientras estos son transportados.
Baltazar Ushca, el último hielero del Chimborazo
El Chimborazo es el volcán y montaña más alta de Ecuador y el punto más alejado del centro de la tierra, con sus 6310 m es considerado el punto más cercano al espacio exterior, razón por la cual es llamado como “El punto más cercano al Sol”, debido a que el diámetro terrestre en la latitud ecuatorial es mayor que en la latitud del Everest (aproximadamente 28º al norte).
Su última erupción conocida se cree que se produjo alrededor del 550 DC. Está situado en los Andes centrales a 150 km al sudoeste de Quito y 20 Km al noreste de Riobamba. Dos veces a la semana por más de medio siglo, Baltazar Ushca Tenezaca de 67 años de edad ha subido por las laderas del Chimborazo, la montaña más alta en Ecuador, para cosechar el hielo de los glaciares naturales que cubren las mayores altitudes de este volcán inactivo.
En el pasado, cerca de cuarenta hieleros hacían el viaje a la montaña para extraer el hielo; ahora Baltazar trabaja solo. Incluso sus hermanos, Gregorio y Juan, ambos criados como hieleros, se han retirado de la montaña para encontrar un trabajo más estable.
La labor de Baltazar Ushca, considerado el último hielero del Chimborazo está desapareciendo por lo se pretende perennizar su labor como forjador de una dinastía y tradición de hieleros y se lo ha nombrado guía turístico del cantón con sus propias herramientas, con un sueldo digno y todos los beneficios de un empleado para que se convierta en un ejemplo a seguir por muchas generaciones dentro del turismo comunitario.
Baltasar Ushca es el nieto del Chimborazo
Entre el sincretismo religioso, el respeto por sus ancestros y las necesidades de la sociedad actual, el oficio del hielero vive sus días finales. La luz naranja que pinta el cielo que rodea al Chimborazo. Ahora, el amanecer llega con esa frase que Baltasar Ushca pronuncia, mientras ata un becerro a una estaca junto a la acequia que corta su propiedad el sombrero que alguna vez fue negro, saco de hilo blanco, pantalón casimir verde, botas de caucho.
En silencio, cumple la rutina diaria de amarrar a los 27 animales. Pone sobre el lomo de tres burros algunas prendas de ropa vieja y dobla plásticos.
La candela en la cocina de leña ilumina el interior de su hogar. El hollín cubre las paredes de bloque y el techo de zinc, que sustituyeron al adobe y a la paja. La aculturación muestra sus rasgos en el lugar, desde la cama que oculta el espacio del suelo donde antes se dormía en contacto con la Pacha Mama, hasta los cartones que se amontonan en un rincón.
Cuando sale para cumplir con su jornada, Baltasar deja atrás a María Lorenza Tenesaca, su mujer, y a Carmen, su hija. Otros nietos, Carlos y Lourdes, lo acompañan hasta el riel de tren que bordea la vivienda.
Desde allí, la ruta será en solitario. La población de Cuatro Esquinas recibe al hielero, los tres burros y el hielero caminan sobre la vía polvorienta y pedregosa, en sentido contrario algunos muchachos uniformados van a la escuela.
A los lados se abren los cultivos de cebada, avena y papas. Si en la tierra están grabados los surcos para la siembra, en la cara de Baltasar se dibujan las arrugas de sus 67 años; son pocas, pero son profundas.
En el trayecto de Baltasar, un momento de magia y pausa es necesario. Parece que el universo se detiene para ver cómo la mano áspera del hielero toma la hoz, corta un montón de paja y, después de sacudirla, con una técnica muy vieja tuerce la yerba hasta convertirla en sogas artesanales.
Luego todo recobra movimiento, el viento, el agua, el gavilán que vuela en círculos y los asnos que siguen su camino hasta la ‘Razu Surcuna’ (la mina de hielo). Es un camino de niebla y rocas volcánicas, silencioso. Solo algunos rótulos de tabla rompen el equilibrio, en ellos se señala la distancia faltante para ver al hielero en acción.
A los 4800 metros Baltasar toma pico, vara y azadón y empieza a cortar este hielo que lleva aquí centenares de años. Cuando el bloque se desprende, las nubes dejan ver la cara del Chimborazo, como un viejo venerable que mira tras la ventana.
El tiempo en esta altura no se mide con reloj, sino a través de las gotas de agua que se desprenden del hielo. El sonido del segundero se suplanta por el golpe del hacha, el jadeo del hielero y el latido del corazón que se acompañan en el unísono.
Baltasar habla un castellano incipiente, pero José, quien trabajara como albañil en la capital antes de volver a su terruño para guiar a turistas hasta el nevado, traduce sus pocas palabras: “Juan Ushca se llamaba mi padre, era un ‘cabeza blanca’, un albino, hijo del taita Chimborazo.
Con él aprendí a extraer el hielo, a cargarlo, a amarlo desde los 15años, cuando acepté esta enseñanza como única herencia”.
Baltazar, resopla y chupa hielo el frío es intenso, pero se dobla las mangas de su deshilachado saco a una edad en que muchas personas están disfrutando de su jubilación pasa horas caminando en la montaña en los Andes para cortar hielo que luego vende.
Es el último comerciante de un negocio agonizante. Cuando Baltasar termina su jornada se aleja de la mina de hielo y le pide al gran viejo Chimborazo que no se enoje, que le proteja ante las desgracias y el cansancio, que le deje volver. Porque sabe que es el único en subir a las barbas de su abuelo y que no tiene otra fuente de trabajo, además de esa.
Por eso reza: “taita Chimborazo. Dios se lo pague”.
Todo ello constituye una cuestión de sincretismo religioso, donde el hielo sagrado, permite una comunión con el cuerpo de la montaña. Un aspecto que se mantiene como parte de una memoria colectiva ancestral, pero que Baltasar hace casi mecánicamente, dos días por semana. Los demás hieleros han fallecido o han encontrado trabajos más fáciles y mejor remunerados.
Pero la dedicación de Ushca le ha producido beneficios. Su reputación como el "último hombre de hielo" le ha dado fama y ha transformado su trabajo en un negocio más lucrativo.
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